DIOS NO QUIERE
SACRIFICIO
San Mateo 9:12-13
Rev. Demetrio Castillo Jaimes
Un día Jesús
estaba predicando a la multitud en el atrio del templo. Todos los que estaban allí
presentes no pudieron apartar sus ojos de Jesús. Porque la palabra que salía de
la boca de Jesús estaban realmente llenos de poder y de gracia. Cuando todos estaban
embriagados de la palabra de Jesús, se oyó un alarido de mujer. Se escuchó las
murmuraciones de un grupo de hombres quienes traían a una mujer arrastrándola por
el suelo. Ella lloraba, tenía el pelo desgreñado y el vestido hecho jirones,
fue lanzada ante los pies del Señor Jesús… “Cuando Jesús se enderezó no halló a
nadie. Mirando a la mujer le dijo “mujer alza tu cabeza, hay alguien que te
condena” Ella alzó su mirada y comenzó a mirar a su derredor y no halló a nadie
y le dijo “Señor no hay nadie” Y el Señor le habló nuevamente “Ni yo te
condeno; vete, y no peques más”. Esta palabra nos deja una gran enseñanza.
1.
Los seguidores de la ley y la hipocresía
Primero entendemos
que los seguidores de la ley son hipócritas. Pues, los fariseos, saduceos, los
escribas y los discípulos de Moisés trajeron a la mujer sorprendida en
adulterio y demandaron practicar la ley de Moisés, eso era apedrearla hasta matarla.
Pero ellos mismos eran hipócritas. ¿Por qué? El adulterio no se comete
solamente la mujer, sino también el hombre. Si ellos hubieran dicho “atrapamos a
la mujer que cometió el adulterio ayer o hace un mes” Tal vez tenga sentido.
Pero ellos sorprendieron a la mujer en el acto, sin embargo, trajeron solamente
a la mujer y no al hombre con ellos. Pues, ellos tenían la intensión de
atribular a Jesús. Solamente a la mujer por ser más débil y rogaban a Jesús que
la condenara. Cuando Jesús se agachó por primera vez, pienso que escribió la
ley: Y el Señor se levantó y mirando a los ojos le dijo “el que de vosotros
esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Volvió a
agacharse y escribió: chismoso, mentiroso, hipócrita, calumniador,
desobediente, rebelde, etc.… los pecados ocultos de cada uno de ellos. Dejando
sus piedras… movido por su conciencia se alejaron…
El Hombre podrá ocultar
su pecado y engañar a otros, pero delante de Dios está al descubierto. Porque
dice la Escritura “con la medida con que medís os será medido”.
2.
No juzgue a los demás
El Señor dijo
“el que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra
ella”. Delante de otras personas, ellos podían engañar y esconder sus pecados,
y arrojar la piedra; pero delante del Señor, no pudieron esconder sus pecados,
porque él conocía todo. Cuando Jesús anotaba los pecados de cada uno, ellos
quedaron petrificados. Porque después que ellos arrojen la piedra contra
aquella mujer, ellos mismos tendrían que ser apedreados por las mismas piedras.
Es muy fácil desvestir a otras personas. Pero cuanto le desvisten, se sienten
inseguros y avergonzados. Si juzga a otra persona, también será juzgado.
En Romanos 2:1-3
dice “Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que
juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que
juzgas haces lo mismo. Más sabemos que el juicio de Dios contra los que
practican tales cosas es según verdad. ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que
juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de
Dios?”. Lo curioso es que el hombre es clemente consigo mismo y severo con los
demás. Pero no piense en ningún momento que juzgando a otros con crueldad,
ustedes estarán libres del juicio.
Una vez leí una fábula
muy interesante. Una persona fue sentenciada bajo estigma. Por mucho que alegaba
su inocencia, fue infructuosa. Llegó el día del juicio y pidió al hombre que lo
llevaba “tengo algo que entregar al rey, personalmente debo entregárselo, que
el rey venga y reciba lo que tengo” Llegó el rey y los súbditos también.
Entonces sacó un pedazo de oro y dijo “este pedazo de oro lo recibí de mis
ancestros, es muy preciado y quiero dejarlo en sus manos. Lo interesante de
éste oro es que usted lo podrá sembrar y crecerá y llevará frutos de oro, pero el que tiene pecado no le
crecerá ni llevará frutos de oro. Yo ya estoy sentenciado a muerte, de modo que
no podré ver los frutos, pero usted es justo, reciba el oro y siémbrelo en el
jardín y llevará frutos de oro. Y tenga mucha riqueza”. El rey meditó en ella y
pensó “si yo lo siembro y no crece ni lleva fruto sabrán que tengo pecados”,
llamó al súbdito de al lado y le dijo “llévalo tú y siémbralo” ni él quiso y
llamó a otros y se lo dio para que sembrara, pero tampoco éste quiso sembrarlo
y regreso nuevamente a las manos del rey. Y el condenado dijo “mire rey, nadie
está libre de pecado, pues, nadie quiere sembrar este árbol de oro, una vez más imploro su misericordia, soy inocente”.
El rey pensó entonces si sentenciaba al hombre, también él sería juzgado y dijo
“tú eres un sabio, por tu sabiduría te perdono” Y él quedó libre. Qué nos
enseña la fábula. El que juzga a otro, también si se halla en la misma
situación será juzgado del mismo juicio.
-
Mateo
7:2 dice “Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la
medida con que medís, os será medido”.
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Lucas
6:37 dice “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis
condenados; perdonad, y seréis perdonados”.
Dice el Señor
que muchos miran la paja que hay en el ojo del hermano, pero no miran la viga
que hay en sus propios ojos. Como sea queremos justificar nuestras faltas. Pero
juzgamos a otros con severidad. Pero el mundo no es así. Con la misma medida
que yo uso para juzgar a los demás, seremos juzgados.
3.
¿Será que Jesús ignora la ley?
Lo que el Señor desea
de nosotros es misericordia y no sacrificio. ¿Qué significa sacrificio? Que el
hombre juzgado después de ser sentenciado a muerte no tiene medios de recuperar
su vida. ¿Quién no ha cometido pecado siendo descendiente de Adán? Por cuanto todos
pecaron dice la Escritura. Así en tiempo Antiguo para recibir perdón, llevaban
al animal y con la imposición de mano en la cabeza del animal confesaban los
pecados y el animal moría en su lugar, luego su cuerpo era quemado. Es decir,
el animal era juzgado y sentenciado en lugar del hombre para expiación por el
pecado. Eso es el significado del sacrificio. Dijo el Señor misericordia quiero
y no sacrificio, que no desea el juicio, la condenación a la muerte entre unos
a otros. Lo que él desea es perdón, sanidad y amor.
-
En
Éxodos 33:19 dice “Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu
rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del
que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente”.
-
En
San Mateo 9:13 dice también “Id, pues, y aprended lo que significa:
Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino
a pecadores, al arrepentimiento”.
Si el Señor
juzgara a todos conforme a las faltas, nadie se salvaría. Así sea el pecado
pequeño como grande todos son pecados. Arroje una piedra al lago, sea grande la
piedra o pequeña todos se hunden. Sea pecado pequeño, o grande todos serán
juzgados y sentenciados a muerte. Porque nadie será justificado delante de Dios
por las obras. De modo que el Señor no vino al mundo para juzgar, para condenar
a muerte el hombre, sino para extender su misericordia, perdón, salvación y amor. Así, debemos entender
cuál es el deseo del Señor. Cuanto trajeron a la mujer sorprendida en adulterio
le dijo “el que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra
contra ella”.
No arroje piedra
contra su marido, ni contra su mujer. No
arroje piedra contra el prójimo. Ni entre hermanos. Porque esa piedra que usted
arroja, regresará y le apedreará a usted hasta matarlo.
Pedro preguntó al
Señor ¿cuántas veces perdonaré a mi
hermano que peque contra mí? Y el Señor le dijo “setenta veces siete”. Pues, no
podemos vivir sin perdón. No hay justo ni aun uno. No hay persona que no cometa
pecado. Jesús no condenó a la mujer, es porque el Señor vino al mundo para
tomar nuestros pecados, nuestros juicios y la condenación a la muerte.
-
Mateo
26:28 dice “Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es
derramada para remisión de los pecados”.
-
1Juan
2:2 dice “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los
nuestros, sino también por los de todo el mundo”.
Por medio de la
cruz, Jesús canceló todo el juicio y la condenación de las leyes. Tomó su
pecado, mi pecado y nuestros pecados y murió en nuestro lugar. Padeció grandes
dolores y sufrimientos en la cruz, derramó toda su sangre y agua y murió y fue
sepultado, pero al tercer día resucitó
en victoria. De modo que las acusaciones de las leyes no ejercen ninguna
influencia en nosotros. Porque el Señor clama “yo padecí por ti, yo
padecí el juicio por ti, padecí la condena y la muerte todo por ti”. Aunque la ley quiera matarnos, no seremos
juzgados. Porque en Cristo Jesús, las leyes, el juicio y la condena pierden su
poder y pierde su relación con nosotros.
-
Romanos
8:1-2 dice “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús,
los que no…”
-
Colosenses
2:14-15 dice “Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que
nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando
a los principados y a las potestades, los
exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”.
Conclusión:
- La
iglesia inglesa había enviado a un dedicado misionero a Nueva Zelandia. Durante
muchos años evangelizó y guió a cientos para el Señor. Un día cuando ofrecía la
Santa Cena, un hombre se acercó ante el altar para tomar la comunión, no pasó
mucho que había aceptado al Señor. Cuando trató de tomar el pan y la copa miró hacia
atrás, repentinamente salió corriendo temblando con el semblante pálido. Casi
al final de la comunión regresó y tomó la copa y el pan. Extrañado el reverendo
llamó al hombre y le preguntó qué le había asustado tanto y le contestó “Cuando
quería participar de la comunión, miré atrás y allí estaba el jefe de tribu
quien mató a mi padre y bebió la sangre de mi padre; yo me había propuesto
matar al enemigo que mató a mi padre, entonces salí corriendo y tomé un
cuchillo para matarlo. Pero se presentó delante de mí Jesús y él enmudeció su boca ante las personas
que se burlaban y le escupían en la cara y aún a los que le había crucificado
decía “Padre no les tomes en cuenta este pecado”. En lugar de juzgar, condenar y
matar a los que le estaban crucificando, pedía que los perdonara; y al ver ésta
visión, el cuchillo cayó de mis manos. Ya no podía matar ésta persona, me
arrepentí y regresé y tomé la Santa Cena”.
-
Los
cristianos no podemos servir a Jesús con las manos llenas de piedras. ¿Qué
podemos decir de nuestra sociedad? Vean
a la TV y los periódicos y la radio, dondequiera que se mire, verán las piedras.
El mundo está llenos de piedras. El palacio de gobierno, está llenas de
piedras, el congreso está lleno de piedras, las grandes y pequeñas empresas
están llenas de piedras, el individuo está llenos de piedras, y arrojan piedras
unos a otros. Y nuestro país está
lleno de piedras. Nos juzgamos, condenamos y matamos. Hasta en las iglesias
mismas juzgamos, condenamos y matamos, la entrada de algunas iglesias están
llenas de piedras. Me pregunto si ante éste altar no exista piedras. ¿No está
llena su casa de piedras?
-
El
marido arroja la piedra a su mujer y la mujer al marido y los hijos al padre y
los padres a los hijos. Hoy en día muchos usan indebidamente el nombre de la
ley y con ella quiere juzgar, matar y condenar al prójimo. Pero ante el Señor
Jesús nadie podrá tomar piedra, porque no hay carne que pueda ser justificado
ante el Señor. Si yo juzgo, con el mismo juicio seré juzgado; si condeno con la
misma condena seré condenado. Ante el Señor debemos dejar las piedras.
-
No
tome piedra en sus manos, porque con piedra no podrá ser líder, ni anciano, ni
diácono, ni directivo; no podrá ser cristiano verdadero, no podrá orar, alabar
y glorificar al Señor. Porque el Señor
vino para liberarnos de las piedras. Entonces
escucharemos la dulce voz de nuestro Señor: “Ni yo te condeno; vete y no peques
más”. 1Juan 1:9 dice “Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda maldad”.
-
Hoy,
es triste que en muchas iglesias se están llenándose de montones de piedras desde la entrada hasta el altar.
Arrojamos las piedras unos contra otros. Pero ahora es el momento de prestar atención
a la enseñanza de Jesús. Misericordia quiero y no sacrificio.
-
Que
el Señor no desea que se lastime unos a otros, no desea que juzguemos ni que
condenemos. Lo que él desea es la práctica de misericordia.
-
Sin
perdón, amor y sanidad tanto la naturaleza como la humanidad no podrán sobrevivir. Solamente el perdón, el amor y la
sanidad es la ordenanza de la vida. Sin perdón, amor y sanidad, la sociedad, el
individuo, país y el mundo se destruirá.
Oremos: